jueves, 21 de abril de 2011

Sebastián Santos Rojas

Nacido en Higuera de la Sierra (Huelva), en 1895, su vocación escultórica se despierta con tan sólo ocho años, edad en la que empieza a modelar en barro las imágenes veneradas en la Parroquia de San Sebastián y en la Ermita del Cristo del Rosario, ambas de su pueblo natal. En 1919 marchó a Sevilla, donde, tras cursar sus estudios escolares y hacer el servicio militar, comienza su aprendizaje artístico en la Escuela de Artes y Oficios, teniendo como maestros, entre otros, al pintor Gonzalo Bilbao y al escultor Francisco Marco y Díaz Pintado. Tras compaginar esa enseñanza con el estudio práctico, en el obrador del ceramista Pedro Navia, abre taller propio en la calle Castelar.
Sebastián Santos ha sido, sin lugar a dudas, el imaginero andaluz del siglo XX que más y mejor supo captar las esencias de los maestros de la escultura sevillana del seiscientos, en especial la profunda unción sagrada de las creaciones de Martínez Montañés, dinamizándola con el arrebatado patetismo impuesto por Juan de Mesa sin traicionar su plástica personal, cuya sencilla espiritualidad se halla muy acorde con los postulados del maestro de Alcalá la Real. Su mayor virtud consistió, indiscutiblemente, en dotar a sus obras de una asombrosa especialización a la hora de conmover el alma humana, cautivando la ternura del espectador al contemplar los rasgos propios de quien imprime en sus imágenes una mística y emocionada concepción de la divinidad.
Ntra. Sra. de los Dolores
Según una biografía publicada por su hijo, el también escultor Sebastián Santos Calero, con la talla del Nazareno onubense (1950) dio comienzo el periodo magistral del maestro, tras trece años de una producción condicionada por la cuantiosa destrucción producida en 1936, en Andalucía y, especialmente, en su provincia de origen, limitándose, en la mayoría de las casos, a reproducir las facciones de las imágenes desaparecidas. Ello no es del todo cierto si tenemos en cuenta que, durante dicha época, Sebastián Santos realizó obras de extraordinaria calidad y dotadas de identidad propia, aun siendo algunas de ellas interpretaciones, más o menos libres, del modelo primitivo.
En su época de plenitud, el maestro ejecutaría una serie de obras magnas para la capital hispalense que requerían, a la hora de ser gubiadas, un grado de madurez total, como la Dolorosa de la Concepción (1950) de la Cofradía del Silencio, el Cristo de la Sagrada Cena (1955) o la Virgen de los Dolores, de la Cofradía del Cerro del Águila (1955). Ya en sus últimos años de trabajo, aún tendríamos ocasión de admirar otra admirable creación salida de sus manos: la efigie de Simón Cirineo (1971) para la cofradía sevillana de Jesús de la Pasión, hoy en día injustamente privada del adecuado trato. Santos falleció en Sevilla, en el año 1977.

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