domingo, 12 de junio de 2011

Juan Belmonte García


Fue uno de los toreros que más pasiones despertó, incluso fuera de los ruedos. Con Joselito acaparó la denominada Edad del Oro del toreo.
Nacido en Sevilla el 14 de abril de 1892, en la calle Feria, a la edad de 2 años pasó a vivir con su familia al barrio de Triana, donde su padre tenía un modesto negocio de quincalla, por lo que siempre se le consideró trianero.
Tras probarse en la venta de Cara Ancha y las incursiones nocturnas a las dehesas de Tablada, alquila su primer traje de alamares para actuar en Elvas (Portugal) en la primavera de 1909. El 21 de julio de 1912 debuta con picadores en Sevilla, alternando con "Larita" y Curro Posada frente a reses del duque de Tovar, arrancando aquí su brillante carrera taurina. El 16 de octubre del siguiente año toma la alternativa en Madrid, actuando junto con Machaquito, que se retiraba y Rafael El Gallo en un accidentado festejo en el que saltaron a la arena hasta once toros de tres ganaderías, de los que abrió plaza "Larguito" del hierro de Olea.
Alejados ya de los ruedos Bombita y Machaquito los restantes diestros no constituían una seria competencia para Joselito. Y en Belmonte, zarandeado todas las tardes, nadie veía un rival duradero. Más no fue así, marcando la sevillana Feria de Abril de 1914 el inicio de una de las etapas más esplendorosas de la tauromaquia, en la que el público, los artistas y los intelectuales se dividieron en dos irreductibles bandos.
Cuando apareció Juan Belmonte la primera impresión fue de estupor. “Así no se puede torear”, llegó a exclamar Guerrita. Existía la regla de que quien se metía en el terreno del toro, tenía que salir forzosamente cogido. El trianero revolucionó el toreo atravesando todas sus leyes. A partir de entonces ya no existirían terrenos del toro y terrenos del torero, sólo habrá los que este último sea capaz de marcar. En Joselito y Belmonte, más que dos toreros competían en realidad dos formas de torear; dos estilos opuestos de entender la lidia. José representaba toda la tradición ante Juan, que era un genial innovador. Con ellos dos acabó una época del toreo y comenzó otra.
Tres etapas configuran la vida de Belmonte como matador de toros. Abarca la primera el periodo comprendido entre 1913 y 1921; la segunda, los años 1925, 1926 y 1927; y la tercera, las temporadas de 1934 y 1935. En estos años toreó alrededor de 700 corridas, vistiendo su último traje de luces el 29 de septiembre de 1935 en Sevilla, acartelado con “El Niño de la Palma”, Manolo Bienvenida y ganado de Pallarés. A partir de 1936 y hasta los primeros años cuarenta retornó a los ruedos como rejoneador. Así actuó en Madrid el día 12 de octubre de 1939 en que su hijo Juanito Belmonte Campoy y el califa Manolete confirmaron su doctorado acompañados de Marcial Lalanda. Sus percances más graves fueron los que sufrió en La Línea (16 de febrero de 1916), tentando en la ganadería de Argimiro Pérez-Tabernero (26 de febrero de 1920), Sevilla (18 de abril de 1921), actuando en un festival celebrado en Zumaya (26 de agosto de 1926) y en Barcelona (30 de octubre de 1927).
El domingo 8 de abril de 1962, en la soledad de su finca “Gómez Cardeña” en Utrera, Juan Belmonte decidió poner fin a su vida.
La irrupción de Juan Belmonte definió otros derroteros a la Fiesta de los Toros, entre ellos la pérdida absoluta de su policromo carácter de fiesta. Con su revolución estética pasó a ser espectáculo. 

Antonio Nevado Márquez

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